Si queremos conseguir que un concepto permanezca en la memoria de nuestros alumnos y conseguir que ese recuerdo perdure, debe existir un ingrediente fundamental: la emoción.

 

Nuestros recuerdos siempre suelen estar asociados a una emoción. Los seres humanos no somos máquinas, somos seres afectivos y guiados en muchas ocasiones por impulsos, por estados de ánimo, por nuestra personalidad… en definitiva por eso que llamamos emociones. Por supuesto que si nos lo proponemos podemos memorizar datos y datos pero en nuestra vida habremos aprendido infinidad de cosas que con el paso del tiempo no recordamos. Por el contrario, la curiosidad despierta la atención en el que escucha lo que se traduce en un mayor nivel de aprendizaje. Poco podremos enseñar a nuestros alumnos si ese proceso de aprendizaje no está mediado por las emociones. Es tremendamente complicado conseguir que se interesen en eso que explicamos si no somos capaces de despertar su atención sabiendo motivarles convenientemente. Podríamos afirmar que nada despierta más la atención que convertir aquello que a primera vista parece monótono y aburrido en algo curioso y cautivador. Por lo tanto podemos asegurar que un gran docente es aquel que con los mismos recursos que otro es capaz de enseñar con emoción y transmitir ese sentimiento a sus alumnos.

 

El alumnado de hoy tiene nuevas inquietudes por lo que no se pueden seguir impartiendo las clases como siempre. Debemos incorporar metodologías activas, fomentar el aprendizaje cooperativo y el pensamiento crítico tal y como hemos comentado en anteriores publicaciones y en este aspecto trabajar las emociones también es esencial. A día de hoy lo importante no es tanto lo que sabes (que es MUY importante) sino lo que sabes hacer con lo que sabes. Saber cómo aplicar los conocimientos que previamente se han aprendido en el aula prima sobre lo demás ya que así se demuestra que el alumno verdaderamente ha comprendido lo estudiado y ha pasado a interiorizarlo para de ese modo ser capaz de aplicarlo a través de la práctica con experiencias en primera persona.

 

En este proceso se incluyen las emociones pues para que algo nos mueva estas deben estar presentes para favorecer un proceso de aprendizaje útil y que verdaderamente genere un impacto positivo en el desarrollo de habilidades de los alumnos. Si logramos crear un espacio donde también tenga cabida educar para favorecer el desarrollo personal de los estudiantes habremos conseguido uno de nuestros objetivos como docentes.

 

Un ambiente vibrante, creativo, afectivo y motivador fomenta el aprendizaje y la participación de los alumnos exponencialmente debido a que solo somos capaces de aprender si hay emoción. Ahí es donde reside la clave.

 

Si los docentes educan con pasión, los alumnos aprenderán con la misma pasión y el proceso de aprendizaje será más positivo y fructífero.