Partamos de la base de que la inquietud por este tema en el entorno educativo no es nueva. Si bien es cierto, debido al interés que se ha suscitado en los medios de comunicación acerca de la cantidad de deberes que los estudiantes deben realizar tras una jornada escolar, la polémica en el ámbito educativo está servida y todos creen tener la respuesta a un problema que se lleva arrastrando desde hace tiempo.

 

Este tema, tan delicado para algunos, ha pasado a convertirse en un conflicto en el que los primeros afectados son los propios estudiantes. Esta pregunta directa, deberes sí o deberes no, cuya respuesta a simple vista puede parecer sencilla pero que en realidad no lo es, debe responderse en base a unos criterios coherentes que busquen el bien del alumno individual, con criterios pedagógicos y que no funcionen como un impulsor del ‘todo vale’.

 

A día de hoy, lo único que se ha conseguido con este debate es colocar al profesorado y a la comunidad educativa en una encrucijada en la que se cuestiona la autoridad de los docentes y se obliga a los progenitores a situarse en el bando del rechazo a los deberes o por el contrario en el bando que los apoya. Entendemos que este no es el camino más adecuado.

 

Vivimos en una sociedad en la que todo el mundo tiene derecho a expresar su opinión sobre una materia determinada. Por regla general, la población siente la necesidad de compartir su visión sobre un hecho que bien puede o no repercutirles directa o indirectamente. No es menos lícita la opinión de uno con respecto a la de otro, pero esto no significa, ni mucho menos, que por mostrar un parecer personal directamente nos convirtamos en expertos en el tema en cuestión, cosa que muchos pueden llegar a pensar.

 

Desde el colegio británico en Valencia BSV, consideramos que, como bien hemos señalado al comenzar el artículo, es imposible contestar sí o no de forma absoluta y tajante a una pregunta cuya respuesta va mucho más allá. Existen matices y detalles que deben ser analizados antes de tomar una decisión definitiva, por lo que abogamos por el consenso y el diálogo para poder llegar a un entendimiento en esta materia. Un hecho que sí que resulta alarmante es que sin un debate previo y sin escuchar opiniones de unos y de otros, algunas instituciones animen a las familias a que sus hijos no realicen las tareas escolares en señal de protesta, por lo que al parecer algunos consideran una carga indiscriminada de deberes, que estamos de acuerdo, en algunas ocasiones puede llegar a serlo.

 

Esta especie de boicot sistemático a los deberes escolares no parece la medida más razonable para lograr un cambio verdadero y a largo plazo. Consideramos que para poder conseguirlo se debe optar por el camino que une y no por el que separa con una solución plausible que beneficie a los estudiantes, puesto que ellos son los primeros afectados por las medidas que se adopten. Creemos que los alumnos deben disponer de tiempo tanto para hacer frente a las obligaciones académicas como para disfrutar de las tardes y los fines de semana con la familia, realizando otro tipo de actividades de carácter lúdico. No obstante, también es positivo que los niños refuercen en casa todo lo que han aprendido en el aula con el profesor.

 

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Uno de los principales objetivos de los deberes es desarrollar una serie de habilidades en los alumnos como crear en ellos hábitos de estudio, reforzar su aprendizaje, fomentar su responsabilidad y para que aprendan a organizarse convenientemente. También consideramos que da la posibilidad a los padres de estar en contacto directo con lo que sus hijos realizan diariamente en el colegio. Las tareas – siempre que no sean excesivas – pueden considerarse como “una oportunidad para generar un espacio y un tiempo de colaboración y debate entre los miembros de una familia” tal y como explica María Remedios Belando, Catedrática de Pedagogía Social en la Universidad Complutense de Madrid.

 

Somos plenamente conscientes de que en muchas ocasiones una carga excesiva de deberes puede ser contraproducente ya que fomenta el rechazo hacia el colegio y en ocasiones hacia el mismo aprendizaje que pasa a convertirse en algo tedioso y aburrido para los estudiantes. Sin embargo, la solución no reside en dividir todavía más a la sociedad convocando huelgas y situando a los docentes en el punto de mira. Por esta serie de razones pensamos que la postura por la que se ha optado desde algunas instituciones y confederaciones, resta credibilidad y cuestiona la labor del profesorado además de atentar contra la libertad organizativa de cada centro escolar.

 

Cada alumno es diferente

 

Como bien hemos señalado en el artículo, a día de hoy todo el mundo tiene opinión y al parecer, en lo que se refiere al ámbito educativo, este no se queda atrás. Sin tener ningún tipo de conocimiento sobre las leyes de educación vigentes, sin conocer las posibles diferencias entre un centro educativo y otro o, incluso, sin saber nada sobre las metodologías de enseñanza de una escuela pública, concertada o privada, todos opinan y todos creen estar en posesión de la verdad. Estas cuestiones, además de un largo etcétera, deben tenerse en consideración ya que cada centro y cada alumno es diferente y tiene unas necesidades e inquietudes propias. Generalizar es, cuanto menos, delicado puesto que es muy fácil posicionarse pero muy diferente es intentar llevar las medidas a la práctica y conseguir que funcionen en cada centro y para cada alumno.

 

Los expertos coinciden en que en muchas ocasiones se le suele dar más importancia a la cantidad de deberes cuando lo importante es la calidad de los mismos y cómo sacar el máximo provecho al tiempo que se invierte en su realización. Debemos tener en cuenta que a edades tempranas son los mismos niños los que sienten necesidad por aprender, por querer saber más, empezar a leer y a escribir cuanto antes. Los educadores deben ser capaces de mantener ese interés en el alumnado con deberes que fomenten la lectura, trabajos creativos que les hagan descubrir por su cuenta, jugar e imaginar pero nunca deben reemplazar al trabajo que se realiza en el colegio haciendo que los deberes se conviertan en eso que no ha dado tiempo a ver en clase. Algo de lo que debemos aprovecharnos en la actualidad es de la tecnología empleándola de forma eficaz y productiva. Tal y como ya os mostramos en otra publicación, existen infinidad de aplicaciones educativas que pueden resultar muy interesantes para trabajar en casa haciendo que los alumnos profundicen en determinadas materias. Las TIC se han convertido en herramientas indispensables para los jóvenes de hoy en día y pueden ser una forma muy efectiva de involucrar a los estudiantes si se utilizan como complemento del estudio y del aprendizaje.

 

Otro factor a tener en cuenta y que al parecer ha pasado bastante desapercibido para algunos, es que la carga de trabajos y deberes de un alumno de infantil con respecto a uno de primaria, secundaria y bachillerato jamás podrá compararse. Hablar por lo tanto de una oposición generalizada a los deberes nos parece completamente desmedido y fuera de lugar. Si consideramos que nuestro hijo o hija llega a casa con una cantidad de tareas fuera de lo normal, la primera opción y la más lógica en estos casos, sería contactar con el centro académico para organizar una tutoría con el profesor en cuestión. Esta sería la manera más sencilla de encontrar una solución si verdaderamente existiese una carga desmedida de deberes o bien si estos no son adecuados al nivel de formación o edad del alumno, en lugar de otro tipo de medidas que algunos sectores han decidido secundar.

 

Diferentes sistemas educativos, diferentes propuestas

 

El sistema educativo británico no se caracteriza por una excesiva carga de deberes a los alumnos, en todas las etapas el ratio de horas/semana se sitúa en torno a la media de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). En el Reino Unido se sitúa en una media de 4,9 horas/semana para alumnos de 15 años. Ahora bien, a medida que los estudiantes avanzan en las distintas etapas educativas, el tiempo que el alumno debe emplear para completar el trabajo presencial también aumenta, ya sea en forma de deberes o de estudio.

 

Estamos de acuerdo cuando se dice que más deberes no siempre es sinónimo de mejor rendimiento escolar. Si bien es cierto que el informe PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes) señala que aquellos niños que pasan más tiempo haciendo deberes suelen mostrar un mayor rendimiento académico, también destaca que un exceso de tareas puede tener un efecto perjudicial, especialmente en aquellos estudiantes que presentan un rendimiento bajo. Lo que tampoco es plausible es intentar imitar otros modelos educativos que desde origen no tienen nada que ver con nuestro modelo, esperando que funcionen de la noche a la mañana cuando la base es completamente diferente. No es comprensible empezar a construir ‘la casa por el tejado’ cuando el problema que existe es de fondo, algo que debe ir cambiándose paulatinamente, a través del diálogo y con razonamientos lógicos que puedan materializarse en algo concreto, factible y sobre todo viable tanto ahora como para el futuro.

 

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El mundo está cambiado, todo evoluciona y los niveles de competitividad crecen día a día por lo que debemos ser capaces de vislumbrar estos cambios y hacer que repercutan positivamente en la sociedad en su conjunto, particularmente en el sistema educativo, un sistema que puede mejorarse a través de medidas que busquen un consenso y no una división.

 

Encontrar un equilibrio es esencial, es precisamente ahí donde reside la respuesta, lo que conducirá a un acuerdo consensuado en lo que se refiere a este tema y a muchos otros ya que para nosotros como educadores: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.