Si no conseguimos que la mente de nuestros alumnos se involucre en eso que tratamos de explicar, no seremos capaces de captar su atención por lo que se distraerán con gran facilidad y no entenderán eso que les explicamos.

 

Cómo fomentar la participación de los alumnos en clase

 

¿Qué puede hacer un profesor para fomentar la participación en clase cuando los alumnos son reacios a participar y a involucrarse? Aunque no hay garantías absolutas ni remedios mágicos, sí que se pueden seguir una serie de pautas y estrategias que permitan motivar a los alumnos para que sean ellos mismos los que quieran convertirse en ávidos estudiantes.

 

1. Hacer que la lección les resulte útil

 

Dejemos que sean los propios alumnos los que comiencen plasmando sus ideas, hagamos que sus opiniones e inquietudes tenga cabida en el aula y que esto permita abrir un debate entre los estudiantes para que aprendan la importancia de saber respaldar con datos sus opiniones haciéndoles ver que más que útiles, son necesarias. Un aprendizaje interactivo, colaborativo y que además esté basado en experiencias es a lo que debemos aspirar en nuestra aula. Más que dar la lección, poner deberes y pasar a otro tema preguntémonos qué les gusta, qué les inquieta y qué mueve a los alumnos de hoy en día. Solo así conseguiremos despertar su curiosidad y su deseo por aprender además de su sentido de competencia.

 

2. Aplicar una estrategia de gamificación

 

Algo que podemos poner en práctica sería establecer una dinámica de juego en el aula. Con esto no queremos decir que los alumnos van a estar ‘jugando’ sin más, con esto nos referimos a aplicar las mecánicas de lo que conocemos como gamificación. La gamificación proviene del término anglosajón gamification el cual se definió como la aplicación de mecánicas de juego en entornos ajenos al juego. Esta técnica de aprendizaje se caracteriza por aportar una nueva visión para la realización del trabajo en el aula. Su fin es involucrar más a los alumnos para que obtengan mejores resultados académicos puesto que les permite asimilar y comprender mejor los conocimientos y por lo tanto mejorar sus habilidades.

 

Un modelo basado en el juego y enfocado al ámbito educativo puede ser de ayuda ya que facilita que los alumnos interioricen los conocimientos de una forma mucho más divertida lo que se traduce en una experiencia positiva para todos ellos. Proponer misiones, retos y demás desafíos académicos que parezcan un juego para los estudiantes puede ser una herramienta muy útil para ir consiguiendo objetivos. Aquí os mostramos algunas herramientas de gamificación que pueden resultar interesantes para trabajar con los alumnos.

 

3. Proporcionar tanto apoyo como autonomía al alumno

 

Fomentar un tipo de aprendizaje ‘autodirigido’ en el que el alumno disponga de cierta autonomía puede ser una buena herramienta para los estudiantes más reticentes. No obstante, controlar el desarrollo académico del alumno para indicarle el camino a seguir también es esencial y eso está en la mano del docente.

 

Los seres humanos nos sentimos más motivados cuando tenemos voz para decidir. Un profesor siempre puede ofrecer opciones a sus alumnos para que dispongan de cierta libertad a la hora de estudiar algo determinado siempre y cuando luego sean capaces de explicar eso que han aprendido empleando sus propias palabras y razonamientos. Si un docente tiene la suficiente confianza en sus alumnos para dotarlos de cierta autonomía, ellos deben ser capaces de mostrar madurez y responsabilidad para llevar las tareas a cabo como adultos.

 

4.Promover el aprendizaje colaborativo

 

El aprendizaje colaborativo es una gran estrategia a seguir que, además, puede resultar muy útil como elemento de integración entre los alumnos. No obstante, la colaboración va más allá de que dos alumnos compartan pupitre y se dediquen a completar una actividad juntos. El verdadero trabajo colaborativo debe basarse en la productividad y en el diseño de unas enseñanzas prácticas que luego funcionen en situaciones reales, ya que les proporcionarán las herramientas necesarias para saber llevarlas a cabo.

 

Si fomentamos este tipo de aprendizaje también debemos tener en cuenta las parejas o grupos de trabajo e ir cambiándolos cada cierto tiempo. De esta forma, los alumnos podrán trabajar con todos los compañeros en lugar de establecer sus pequeños grupos de trabajo únicamente con sus amigos. En el transcurso del año académico todos ellos habrán tenido la oportunidad de trabajar juntos y de esa manera considerarán a todos los compañeros como uno más sin distinciones.

 

5.Establecer una relación profesor-alumno positiva

 

Un buen comienzo a la hora de construir una relación proactiva entre profesor-alumno es atender a los estudiantes de una manera eficaz a través de una atención personalizada que conecte con cada estudiante. Si mostramos auténtico interés por su formación y establecemos esa conexión a través de una orientación acorde a cada uno de ellos, recibiremos a cambio el interés de los alumnos ya que se sentirán valorados y aumentará su sentido de pertenencia.